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Dos caras del coronavirus en América Latina

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Brasil y Venezuela viven realidades muy diferentes y al mismo tiempo son parte de crisis similares. El primero encabeza la lista de contagios y muertos en Sudamérica y ha pasado ha ser el segundo país en el mundo con la mayor cantidad de casos confirmados de COVID-19. Venezuela por otro lado es un país que reporta oficialmente muy pocos contagios y muertes confirmadas por coronavirus. A continuación reproducimos algunos fragmentos del diálogo entre Edgardo Lander de Venezuela y José Correa del Brasil.

La polarización conduce a la profundización de la crisis en Venezuela

Edgardo Lander: Nos encontramos con un gobierno venezolano que está con unos niveles de apoyo de la población muy bajo, pero que sigue teniendo un sector de un 20% de la población que lo apoya con mucha fuerza. Nos encontramos con una situación de hecho en la que prácticamente hay dos gobiernos, a nivel de la institucional nacional y del territorio, el gobierno de Maduro gobierna y controla recursos, territorios, básicamente todo. Pero hay una Asamblea Nacional que es mayoritariamente de oposición. Esta Asamblea fue reconocida por alrededor de 50 países, buena parte de los países de América Latina, Canadá, Unión Europea, etc. Hay una Corte Suprema en el exilio bajo el cobijo del gobierno colombiano. Hay países que reconocen a Guaidó como presidente legítimo y no a Maduro, por lo tanto hay embajadores nombrados por Guaidó que son reconocidos y no así embajadores enviados por Maduro. Entonces hay una situación de enfrentamiento político institucional muy severo que entorpece radicalmente la posibilidad de una respuesta unida, coherente en relación a lo que está en juego que son las vidas de millares y millares de personas.

En Venezuela en los últimos tiempos se ha venido gestando un movimiento de organizaciones sociales, organizaciones gremiales, universitarios, academias, periodistas, etc., que están haciendo un llamado de atención a la absoluta necesidad de reconocer que hay que colocar esta confrontación política en este momento en un segundo plano; y que la exigencia real que le hace el pueblo venezolano a estas dirigencias políticas es, un mínimo acuerdo que por lo menos permita bajar esos niveles de tensión y llegar a algunas decisiones comunes para poder responder a la precaria situación en la cual nos encontramos. Si no hay acuerdo político, no es posible obtener financiamiento externo que lo solicita el ejecutivo, lo solicita Maduro, pero necesita el respaldo de la Asamblea Nacional y si no tiene las dos cosas simplemente no llega. No llega ayuda financiera. Está llegando ayuda médica, de equipamiento y medicinas fundamentalmente por parte del sistema de Naciones Unidas, y por parte de Rusia y China.

Hay una cantidad de recursos del Estado Venezolano que están bloqueados en el exterior, que serían absolutamente indispensables para poder importar alimentos, equipos y medicamentos necesarios, pero sin acuerdo político esos recursos quedan bloqueados. Entonces como consecuencia de esa confrontación política, que es una polarización no de la sociedad venezolana, sino de estas cúpulas políticas que están conduciendo a la profundización de la crisis.

Los sectores mas de extrema derecha y la gente que acompañan a Guaidó en general ha dicho que vería con buenos ojos que Estados Unidos pusiese orden en Venezuela y terminase con lo que denominan la dictadura. Todas las encuestas que se han hecho en los últimos años señalan que la mayoría de la población rechazaría una intervención, no está de acuerdo con una intervención de Estados Unidos. Sin embargo vemos que la política del gobierno de Trump es cada vez más agresiva. En las últimas semanas se han producido dos hechos de gravedad extraordinaria, por una parte hubo la decisión de declarar a todo el alto gobierno como narcoterrorista y ofrecer millones de dólares por su captura así con letreros de Wanted al estilo viejo oeste. Por Maduro ofrecen 15 millones de dólares y esto está dirigido a que se produzca un fraccionamiento dentro las fuerzas armadas venezolanas. Por otra parte se ha anunciado y ha comenzado a operar un dispositivo militar fuerte de parte del Cuarto Comando que implica la posibilidad real de un bloqueo naval a Venezuela con la excusa que se trata de impedir el narcotráfico cuando en realidad, si bien Venezuela es país de tránsito, es un país de tránsito relativamente marginal, ya que 90% de la cocaína colombiana sale por el pacífico, no por el Caribe y no por Venezuela. Entonces eso no obviamente no tiene nada que ver con la droga tiene que ver directamente con aumentar la amenaza.

Por último, condicionan que el gobierno venezolano a que haga alguna cosa para que levanten una determinada sanción. Habría un acompañamiento del levantamiento de las sanciones en la medida que el gobierno venezolano fuese paso a paso cumpliendo cada una de las licencias que el gobierno de los Estados Unidos le está haciendo, empezando por supuesto con la salida de Maduro del poder. Hasta qué punto podría Trump utilizar esto en contexto del coronavirus y de la campaña electoral es una cosa que con un personaje como Trump es difícil de saber.

La división de la izquierda brasilera

José Correa: La elección de Bolsonaro hace un año y medio de hecho desorganizó mucho toda la oposición de izquierda, popular los sectores reformistas y durante el primer momento hubo una acomodación entre el centro hasta la extrema derecha. Y la oposición de izquierda, que está aislada socialmente, está también muy dividida.

Hasta el primer semestre del año pasado Lula aún estaba en la cárcel y hubo una campaña más o menos unitaria de toda la izquierda para la libertad de Lula. Pero cuando Lula salió de la prisión, él defendió que la oposición a Bolsonaro debería ser una oposición más o menos legal, dentro de las reglas y esto paralizó la acción del PT (que es el principal partido de oposición en el Brasil).

También estuvo bastante paralizada la izquierda que se vinculaba con Ciro Gómez, el Partido Democrático Trabalhista (PDT) y el Partido Socialista Brasileño (PSB); y hay un tercer sector de la oposición, que es el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), la oposición más radical, que también quedó aislado en este periodo. En el último periodo, a finales del año pasado, las peleas dentro del bloque en el poder comenzaron a abrir más espacios de críticas populares e iniciativas parlamentarias. Pero la división se dio, se abrió una polémica dentro la izquierda porque se pedía el Impeachment de Bolsonaro, pero el Impeachment de Bolsonaro significaría la llegada al poder de su Vicepresidente que es un General (Bolsonaro sólo es un antiguo capitán, más ligado a la brigada de parlamentarios que llamamos “la bala”, de la policía, de los servicios de inteligencia de las milicias) pero Mourão, el Vicepresidente, es una persona de la elite militar; entonces sacas a una persona de la extrema derecha y llega al gobierno un General mucho más calificado para manejar los acuerdos de la clase media. Entonces, un sector de la izquierda decía eso no es bueno, y de hecho quedó paralizado.

Ahora, en los dos últimos meses esto cambió. Con la llegada del coronavirus crece el desgaste de Bolsonaro, se presenta nuevamente un pedido de Impeachmente de Bolsonaro y en otros sectores de la izquierda crece la idea del “fora Bolsonaro”, que no es lo mismo que el Impeachment. Sin embargo, el fin es el mismo, echar a Bolsonaro del gobierno.

Pero hay un problema en eso. Lula dice que ahora no es el momento de ni siquiera el “fora Bolsonaro”, hay que combatir la pandemia y después discutir esto. Entonces hay una división profunda en la izquierda brasileña sobre cómo conducir la lucha política. Esto abre el espacio para que el escenario que la política institucional esté polarizado entre la extrema derecha, representada por Bolsonaro, y el centro derecha o la derecha, con el Partido Social Demócrata Brasileña (PSDB) y los demócratas que controlan los gobiernos de la mayoría de los estados federados. Los medios de comunicación hacen una gran campaña de oposición a Bolsonaro, pero al mismo tiempo saca del espacio a la izquierda. Entonces una pelea que debería ser una pelea triangular, surgen para la gente como una pelea entre dos polos de la derecha.

Lo impensable se puede volver pensable.

Edgardo Lander: Obviamente si hay algo que caracteriza el mundo actual en medio de esta crisis es la incertidumbre, no es posible hacer ninguna predicción medianamente sensata a la cual se pueda apostar con un margen de probabilidad, porque realmente no sabemos cuánto tiempo va durar la pandemia, como dicen los chinos, no sabemos si puede venir una segunda ola de la pandemia hacia finales del año, no sabemos si la inmunidad que parece producirse después de pasar la enfermedad, se conserva por mucho tiempo o no, con lo cual podríamos encontrarnos ante una pandemia recurrente, mientras no haya una vacuna. Entonces desde el punto de vista de la salud y la transformación que ha producido la pandemia, no sabemos.

Hay una presión muy fuerte, como señalaba José, en relación a las políticas públicas. ¿La prioridad es la economía o la gente?, y este es un conflicto que está presente en diferentes medidas en todas partes. Ese juego de cómo, hasta cuando aguantar la cuarentena ¿en qué momento se puede abrir? cual puede ser una apertura controlada supuestamente de la economía, es algo que no se sabe porque es algo que no se ha experimentado, es un riesgo, una apuesta. Entonces mientras eso no vaya avanzando con mayor claridad lo que vaya pasar a continuación es muy difícil de saber.

¿Qué cosas cambian en la consciencia colectiva? Yo creo que una cosa que obviamente cambia es el reconocimiento por sectores crecientes del tema de la desigualdad. Un artículo del Financial Times dice que este modelo neoliberal fracasó, y que se necesita la presencia e intervención del Estado para hacer frente al tema de la desigualdad, y que mientras no se aborde seriamente este problema no hay posibilidad alguna de recuperar una cierta continuidad de vida en el planeta. Hay cada vez más sectores que estuvieron identificados con perspectivas bastante liberales que ahora están reconociendo la necesidad de la intervención del Estado, hay nostalgias del Estado de bienestar social, del reconocimiento de que si no se cuenta con un sistema nacional de salud público y gratuito no es posible realmente responder a situaciones como esta.

Puede ser una coyuntura en la cual se comience a pensar lo impensable, el ejemplo más extraordinario de pensar lo impensable me parece lo del gobierno de Irlanda que decidió que mientras dure la pandemia la totalidad de los servicios privados de salud pasan a control del servicio público de salud. Entonces durante la pandemia habrá un sistema de salud gratuito en el área del coronavirus e igual para todos, independiente de la capacidad de pago, eso en un contexto de un gobierno conservador parece volar los tapones, parece una irrealidad, es tan grande el shock que esas ideas no pensables pasan a ser pensables.

Tenemos en la izquierda capacidad de pensamiento crítico para de alguna manera contribuir a desmontar esos supuestos aparentemente inmutables de la economía de mercado del arrinconamiento del Estado, de la noción de que cada quien por su lado, cada quien individualmente defendiendo sus intereses es la mejor forma de vivir la vida en el planeta, como el individualismo posesivo, el asalto a la naturaleza en la forma absolutamente brutal y devastadora que vivimos día a día. Entonces, es posible contribuir con pensamiento, con reflexión, con análisis de la coyuntura a desmontar esto y comenzar de alguna manera a socavar esta hegemonía y ha plantearse la posibilidad de otro sentido común.

Esto no está garantizado y lamentablemente lo que parece estar avanzado son tendencias autoritarias, eso lo vemos en todas partes del mundo, el caso de Bolsonaro, de Hungría, de Filipinas, la India, etc., donde se está aprovechando la excusa del coronavirus para establecer algunos controles que pueden tener consecuencias también muy a largo plazo, que pueden transformar la vida colectiva en una forma bastante definitoria. Como es el tema del Estado de vigilancia que ha avanzado más en China pero que tiene también sus dimensiones muy dadas en las versiones de occidente, modelo google, Facebook, etc.

Entonces estamos en un momento en que realmente podemos pensar sin demasiado dramatismo, pero pensar que una disyuntiva civilizatoria se abre, que probablemente no regresemos a donde estábamos, eso parece muy poco probable. Podemos salir de esto con un mundo bastante peor, bastante más autoritario, bastante más desigual, bastante más controlado por estos patrones tecnológicos de vigilancia total; o podemos salir a un mundo donde comienza a renacer algo tan fundamental como la relegitimación de la noción de igualdad como condición de la vida en el planeta y eso no está resuelto.

Recién empieza el siglo XXI como época.

José Correa: Estoy de acuerdo con Edgardo, pero me gustaría plantear algunos otros puntos. El primero, una historiadora brasileña, antropóloga-historiadora brasileña, Miriam Schwartz, sacó la analogía que hace Eric Hobsbawm sobre el breve siglo XX en su libro “La Era de los Extremos” y dice que la pandemia de hecho cierra el siglo XX y empieza el siglo XXI como época histórica. Esto me parece tal vez más apropiado que el análisis de Hobsbawm sobre que el siglo XX termina con la caída de la Unión Soviética, el siglo XX tal vez termine con la crisis de la globalización liberal.

Esto plantea varios problemas, uno geopolítico. Aquí en Brasil, la gente de extrema derecha empezó un discurso casi suicida para la clase dominante brasileña, que es la idea del “virus es chines” el “virus es chino”, la idea de que China es el gran enemigo. Es la política que maneja Steve Bannon y Trump, y que la extrema derecha de Brasil quiere imitar. Esto es una tontería, porque China es el principal comprador de las exportaciones brasileñas, entonces el embajador de China dice que quiere disculpas. Entonces los ministros de estado, Ministro de Educación, Ministro de Relaciones Exteriores, los hijos del Presidente que están manejando este discurso tiene que volver hacia atrás. Pero, de hecho, una salida posible es una nueva “Guerra Fría” y Brasil está dividido en esto que es una cosa importante.

La otra cosa importante es que hoy se hizo la propuesta con sectores de la gran burguesía europea de un “New Green Deal”. Entonces hay proyectos diferentes, en cuanto Trump y Bolsonaro quieren incentivar la depredación de la naturaleza, hay sectores que intentan prevenir una escalada de la degradación ambiental.

En Brasil, ayer los senadores presentaron un proyecto de impuestos de las grandes fortunas. Esto antes era impensable, completamente loco. Pero en la nueva situación, hay que pagar los gastos, y si quieres dar algo a la gente precarizada por las políticas laborales de austeridad, de pérdida de derechos, de algún lado tienes que sacar el dinero. Pueden ser medidas cosméticas, pero muestran espacios de cambios.

Estoy muy de acuerdo con lo que expuso Edgardo, así como con la cuestión de la vigilancia. Google, por ejemplo, ya está ofreciendo para los gobiernos de los estados federados del Brasil proyectos de monitoreo y geolocalización para la gente con contagio, para evitar el contagio. La misma política que se hizo en Asia se está trayendo a Brasil e intentando que esto sea parte del combate a la pandemia. Pero de hecho es un muy fuerte crecimiento del control y la vigilancia por medios digitales.

Lo de la salud pública que planteó Edgardo, el derecho a la salud, creo que va a crecer. Los servicios privados de salud en Brasil no van a salir fortalecidos de esta pandemia. Aparece muy fuerte la idea de que la salud es un derecho de todos, un derecho universal que tiene que ser ofrecido por el Estado. Así que las cosas están muy abiertas a mi juicio, la sociedad brasileña está muy dividida, en comparación a Argentina, por ejemplo, donde hay una coerción social que permite un mejor enfrentamiento a la pandemia; en Brasil la división va a crear muchos muertos. Esto puede hacer que cambie mucho el escenario político y vuelva a abrir espacios para alternativas sistémicas.

 


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